Los trastornos mentales han sido un tema muy tentador a la hora de ser abordado en las películas. Pero al igual que el mundo del cine ha evolucionado a lo largo de su historia, también ha cambiado la manera con la que se abarca esta materia. Por ello, ya es bastante habitual ver que este tipo de historias sean llevadas a cabo con una mirada puesta hacia una de las dos posibilidades a las que comúnmente se recurre: ya sea la estereotipación o la autenticidad. En estos últimos años, se ha optado por la segunda opción, lo que se traduce en una mayor fidelidad y compromiso con la enfermedad o padecimiento que se quiere tocar, y en actores que, aunque solamente en ocasiones, tienen dicha afección. Entre ellas, podemos destacar las series de Sheldon y Gámbito de Gama o la reciente CODA.
De un remake estadounidense de una cinta francesa a otro largometraje francoparlante, si la última ganadora del Óscar a mejor película contaba con unos personajes sordo-mudos que eran interpretados por un elenco que también padecía dicha patología, Mentes Maravillosas y el actor Alexandre Jollien tienen en común el hecho de compartir el mismo parálisis cerebral que se percibe tanto en la película como en la realidad. Aquí, el director Bernard Campan tiene la atención orientada hacia la relación que se desarrolla entre Louis, un agente funerario, e Igor, un minusválido, cuando sus vidas se cruzan en el momento en el que este último es levemente atropellado por Louis de manera inintencionada.
Esto se debe en parte gracias al enorme parecido y relación que hay entre el actor y su personaje. A fin de cuentas, no debemos olvidar que Alexandre Jollien pasó por un nacimiento e infancia complicados, tuvo un crecimiento personal igual de introvertido y también se refugió en los libros y más concretamente en la filosofía como medio de aprendizaje. Estas cualidades están muy presentes en su personaje, sumado a que la bondad, la comedia y las buenas vibras que despierta sean elementos con los que tanto personajes como espectadores, sin importar si es dentro o fuera de la pantalla, se encariñen con él.
Al final, a pesar obviamente de los problemas y la enorme atención que pueden acarrear y requerir la presencia de un discapacitado en una familia, muchas veces se pasa por alto la alegría que puede llegar a brindar a la casa en aquellos momentos en los que se toca más a fondo. Este es precisamente el centro de atención que persigue el director y se aprovecha el tratamiento de una de las profesiones, probablemente, más deprimentes que existen como es trabajar en una funeraria para que Igor le dé ese rayo de alegría y esperanza que tanto ansía Louis.
En lo que al resto de personalidades se refiere, su exploración se nota que es bastante genérica debido al hecho de que no es una de las ideas principales sobre las que indaga el filme. Por encima del dúo protagónico, el personaje que más sobresale es la madre de Igor. Si bien a través de ella se puede observar la patología de su hijo desde otra perspectiva y, pese a su treintena, la necesidad de que haya una figura materna que esté detrás de él y lo controle casi en todo momento, estas partes son mínimas y podrían haber requerido de un mayor trasfondo.
-Víctor Vicente